Subversión en bicicleta

Artista, guerrero y ciclista

Una bicicleta pasa por el camino y sobre el lodo queda grabado el dibujo de sus llantas. En seguida pasa otra, luego otra y otra más. A simple vista son huellas de bicicletas secándose al sol. Entonces pasa el artista pedaleando y su visión ciclista observa una idea redonda para trabajar: hay armonía en esas marcas que se repiten en patrones y una posible historia en la lectura de cada huella: por aquí pasó una mujer, por acá un hombre, pedaleaba una bici urbana, una de montaña, iba con calma, llevaba prisa…

El arte y la bicicleta siempre han dado de qué pintar. Como invento genial que cambió el modo en que se mueve el mundo, la bicicleta ha ejercido una atracción artística desde su mítica concepción en el Códice Atlántico de da Vinci que data del año 1500. Hoy sabemos que el velocípedo se debe a un proceso, a la evolución de inventos y sucesos encadenados a partir de la rueda, cuya primera manifestación fue el Celerífero del Conde de Sivrac en 1790. Roberto Carlos, oriundo de Tláhuac, D.F., transita por esa ruta que ha fascinado a tantos artistas, particularmente a pintores y escultores de diversas corrientes y épocas: Henry Toulouse-Lautrec, Jean Béraud, Alphonse Mucha, Marcel Duchamp, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Will Barnet, Gabriel Orozco, Acamonchi y Ai Weiwei, entre tantos otros.

Existe cierta relación entre el taller del artista y el del ciclista, entre el metal y la madera de la matriz sobre la que dibuja y el acero del cuadro de su bicicleta, entre la tinta y la grasa en las manos, entre los buriles para dibujar y las herramientas para cambiar piezas. Egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Roberto Carlos, además de pintar y pedalear se abre camino como grabador, una disciplina con tradición en la plástica mexicana que en materia ciclista cuenta con las obras de José Guadalupe Posada: “Los periodistas” y “La Muerte en bicicleta”. 

La Muerte es un personaje que pasa a lo largo de la obra de Roberto Carlos como la compañera inevitable que viaja con el ciclista. La huesuda se aparece en “Genio y figura”, “Autorretrato a los diez años”, “Renovarse o morir”, “Quiero charlar con la muerte”, “Una cadena de sucesos” y “Pedaleo luego existo (Autorretrato a los 29 años)”. Esta relación tan estrecha que el artista tiene con la Muerte se debe al accidente que sufrió de niño y a las secuelas que ha padecido desde entonces.

Pero la Muerte no es la única protagonista de sus imágenes. Sus trabajos giran en torno al transporte, el deporte, los oficios en bici, la diversión, la revolución, la ciudad y la contaminación. La práctica del ciclismo y el activismo urbano por un aire limpio le han dado una visión amplia y profunda, local y universal, del arte y la bicicleta. Por sus grabados se pasean diversos usuarios de las dos ruedas, los protagonistas de la revolución suave que se lleva a cabo con la bicicleta como arma: los trabajadores, los repartidores, los ciclistas de licras y los lacras, los activistas, los paseantes y los deportistas, todos ellos personajes cotidianos que ruedan por la ciudad y dejan sus huellas indelebles en el testimonio gráfico del artista.

Roberto Carlos es un guerrero de la vida, el pedal y la gubia. Tan sólo en 2014 atravesó por severos problemas de salud y fue sometido a tres operaciones, de las cuales salió con fuerza, voluntad, talento y trabajo. Las secuelas físicas del accidente no han sido un impedimento para continuar con su vida de artista y ciclista: produce obra, imparte su taller gráfico, rueda por las calles y caminos. Y ha costeado su vida y su salud con el arte que brota directo de su espíritu a través de sus manos, el mismo que podemos apreciar en esta muestra.

Rogelio Garza

Autor del libro Las bicicletas y sus dueños.

Subversión en bicicleta, Intervención Gráfica, Fundación Universitaria de Bellas Artes, Medellín, Colombia, febrero de 2015